Manifestaciones: quien no quiera ruido…

Dice mi padre que quien no quiera ruido, que no críe puercos. Algo similar ocurre con la política: quien no quiera manifestaciones, que no sea gobernante. Punto. 

Las manifestaciones son parte esencial de la vida pública. No existe el pueblo bueno que ama a sus gobernantes. Lo que sí hay son personas que están dispuestas a tolerar problemas porque consideran que se trabaja para solucionarlos, y personas que están cansadas de los problemas, y quieren soluciones visibles y palpables lo más rápido posible. Y están los paleros del gobernante en turno, pero esa es otra historia. 

El problema del gobernante es que realmente cree que es infalible; que lo que hace es mejor que lo que cualquiera otro pudiera lograr, y que los ciudadanos que protestan son ingratos, o sus enemigos. Así es como piensa quien quiera que llega al poder, aunque esté muy alejado de la realidad.

Manifestaciones, marchas, bloqueos y protestas se viven todo el tiempo en todas partes del mundo, y México no es la excepción. Busque Usted el país que considere más civilizado del mundo, y el país en el extremo opuesto, y en ambos encontrará quejas y protestas ciudadanas. En todo caso hay gobiernos que impiden las manifestaciones, pero el deterioro de la vida pública en esas naciones es más que evidente.

La presidenta de México ha mostrado su inconformidad con las protestas en contra de su gobierno, y su equipo la arropa. ¡Qué barbaridad! ¡Increíble que haya personas que no quieran/entiendan/admiren a la 4T! 

A Claudia Sheinbaum le quedan solo dos opciones: o se pone a escuchar el motivo de las manifestaciones e intenta corregir lo posible, o simplemente debe asumir que existe oposición en su contra, como lo existe también en los gobiernos de otras latitudes, y no preocuparse por las protestas. Total, si de veras la mayoría la quiere, entonces cuál es el problema. 

Pero que la administración federal actúe como si manifestantes u opositores fueran enemigos del Estado, eso ya es otra cosa. En la manifestación del 2 de octubre en la Ciudad de México se dejó a los revoltosos saquear tiendas, quemar locales, destruir mobiliario urbano, y agredir a los policías. Y ni un solo detenido hubo.

En la manifestación del pasado sábado se derribaron las vallas que rodean Palacio Nacional, y los granaderos salieron a atacar por parejo a quienes se cruzaron a su paso. Y hay una decena de detenidos acusados, por increíble que parezca, de tentativa de homicidio en contra de los policías. Una total desvergüenza por la desproporción a la hora de actuar contra los manifestantes. 

Manifestaciones contra Sheinbaum y su gobierno habrá el resto del sexenio, como las hubo contra AMLO, Peña Nieto, Calderón y Fox. La protesta es parte de la vida política de un país. Y al final, como dice mi padre: quien no quiera ruido, que no críe puercos… y que tampoco gobierne.