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19 noviembre 2025
Tzinti Ramírez
Tzinti Ramírez
Internacionalista y maestra en Historia y Política Internacional por el Graduate Institute of International and Development Studies (IHEID) en Ginebra, Suiza. Investigadora invitada en el Gender and Feminist Theory Research Group y en el CEDAR Center for Elections, Democracy, Accountability and Representation de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido. Miembro de la Red de Politólogas.

Ni paz ni Estado: la resolución que congela a Gaza

19 noviembre 2025
|
05:00
Actualizada
21:13

La resolución 2803 (2025) adoptada el 17 de noviembre por el Consejo de Seguridad de la ONU autoriza el despliegue de una “Fuerza Internacional de Estabilización” en la Franja de Gaza y la creación de un órgano transitorio para su administración. Aprobada con 13 votos a favor, dos abstenciones (China y Rusia) y ningún voto en contra, la resolución pretende consolidar el frágil alto al fuego alcanzado en octubre. Pero en su letra pequeña, congela el proceso de autodeterminación palestina y dibuja una paz tutelada por intereses ajenos –y no bien intencionados–.

Es la primera vez que Estados Unidos vota a favor de una resolución sustancial sobre Gaza desde que comenzó la última ofensiva israelí en 2023. Su historial es elocuente: en los últimos dos años ha vetado o bloqueado al menos tres resoluciones clave que pedían un alto al fuego, acceso de ayuda humanitaria o el fin del asedio. Por ejemplo, en septiembre de 2025, vetó un texto que exigía cese de hostilidades y entrada inmediata de ayuda, dos años antes, en diciembre de 2023, se abstuvo en la resolución 2720 sobre asistencia humanitaria. Esta vez, sin embargo, no solo no vetó, sino que votó a favor. La lectura del sentido de este voto es, por desgracia, política y no humanitaria.

EE.UU. impulsó una resolución que se ajusta a sus intereses: primero, asegura una presencia internacional de “estabilización” que en los hechos desoye el llamado a la autonomía palestina; segundo, pretende que Israel quede blindado de críticas al incorporar una fuerza internacional, en el territorio, bajo mandato del Consejo; tercero, envía un mensaje a sus aliados árabes, Washington tomará la batuta en los planes de “reconstrucción” y finalmente, frustra la participación de las distintas facciones palestinas en la decisión sobre su futuro.

Por otro lado, las abstenciones tienen también una lectura política que no debemos eludir: China y Rusia, tradicionalmente críticos de la política occidental en Medio Oriente, optaron por no bloquear pero “dejaron hacer”. Su abstención indica que son conscientes de lo que la resolución significa para la soberanía palestina y que además, rechazan legitimar una resolución que pone una autoridad externa sobre Gaza, al tiempo que con su tibieza, renuncian a demandar clarificación sobre el fin de la ocupación y el camino hacia un Estado palestino viable. Su postura prioriza el congelamiento de la cuestión palestina una vez más, por sobre su derecho a la autodeterminación.

Mientras tanto, en Europa, el presidente Emmanuel Macron intenta marcar distancia con la lógica de tutela que promueve Washington. La semana pasada, se reunió en París con Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, y anunció la creación de un comité conjunto franco-palestino para trabajar hacia la viabilidad de un futuro Estado palestino en línea por lo expresado en la Declaración de Nueva York de septiembre pasado. Incluso se habló de una posible colaboración para la redacción de una constitución. Aunque el gesto pueda parecer prematuro, sobre todo cuando no se logra que se acaten las opiniones de la Corte Internacional de Justicia sobre el fin de la ocupación y el saqueo de recursos, en el plano político representa un intento de contrapeso diplomático frente al enfoque estadounidense de “estabilización” sin Estado.

Finalmente, es importante recordar que, al margen del texto de la resolución, en el terreno Israel ha violado el alto al fuego con impunidad: se registran ofensivas, bombardeos e incursiones continuadas incluso después de la firma del “cese” de octubre de 2025. Esa realidad hace que la estabilización prometida por la resolución suene más a certeza de control externo que a camino hacia la autodeterminación. Se corre el riesgo de abrir un nuevo capítulo en la historia del pueblo palestino, uno en el que la ocupación israelí quede legitimada bajo el auspicio explícito de poderes externos que no buscan garantizar ni la libertad política de los palestinos, ni la justicia ni la reparación que la humanidad les adeuda. Y sin embargo, a pesar de la faramalla política, este capítulo no tiene por qué ser el final. El movimiento global que despertó frente al genocidio en Gaza desde 2023 debe reconocerse como parte de una causa de larga data (la de décadas de lucha palestina). Honrar esa historia significa, no rendirse ante una nueva fase de ocupación maquillada. Frente a la injerencia, la solidaridad internacional debe aprender a sostenerse, a organizarse y a no abandonar.

*Las opiniones y contenidos en este texto son responsabilidad total del autor y no de este medio de comunicación.
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