Guadalajara volvió a exhibir una fragilidad que ya había revelado hace unos meses. En el temporal de lluvias de 2025, la ciudad —y el Estado— mostró que no está preparada para enfrentar tormentas que exigen previsión, coordinación y capacidad de respuesta. El sábado pasado ocurrió otra tormenta… pero política: la movilización social y los disturbios posteriores a la manifestación de la Generación Z expusieron nuevamente que se sigue operando desde la reacción, no desde la prevención.
El operativo en el Centro de Guadalajara fue improvisado. Hay dos evidencias claras: la primera, del secretario general del Congreso de Jalisco, quien reconoció que el gobierno estatal no advirtió al Poder Legislativo sobre un posible riesgo de daños. La segunda, del alcalde de Tonalá, Sergio Chávez, quien afirmó que esta vez no se les solicitó apoyo policial, a diferencia de manifestaciones anteriores. Es claro, no hubo estrategia.
Los destrozos ocurrieron horas después de la manifestación autodenominada Generación Z, y ahí está la lección elemental. Las turbas y los flujos sociales son, por naturaleza, imprevisibles; grupos como el llamado “bloque negro” pueden mezclarse con manifestantes pacíficos y operar al amparo de esa confusión. Justamente por eso debe existir planeación. Es claro, no la hubo.
Y vinieron más fallas: las detenciones y la investigación ministerial. Tras una “danza” de cifras, finalmente se confirmó que 40 personas fueron presentadas ante el Ministerio Público. Los perfiles de algunos detenidos generan suspicacia sobre la eficiencia de la investigación puesto que la Fiscalía de Jalisco es la que debe determinar si existen elementos para imputar un delito.
Ahí está Alfredo, un hombre de 60 años con condiciones médicas delicadas, cuya familia afirma que solo caminaba por Pedro Moreno. Está Fernanda, que se detuvo a tomar fotografías mientras iba en bicicleta. Abraham, que acudió al centro —también en bici— para observar la manifestación. Y Ángel, detenido mientras protegía a su hija del gas lacrimógeno, cuando con su familia solo hacía compras del Buen Fin. Las irregularidades también se dieron en el Poder Judicial cuando en la audiencia de imputación de este martes no se permitió el acceso a familiares de los detenidos.
El primer año de gobierno de Pablo Lemus deja una lección nítida: hay que prepararse porque vienen cinco años más en los que habrá tormentas imprevisibles e imposibles de evitar, pero necesitan estrategias de cuanto tipo se puedan. Prever, prever, prever.