Volvemos al tema porque la realidad nos obliga. Ya habíamos advertido anteriormente sobre el uso del dinero público como una herramienta para doblar voluntades, lo que llamamos el presupuesto del sometimiento. Sin embargo, las recientes declaraciones de una legisladora federal del oficialismo nos obligan a poner el dedo en la llaga una vez más. Su insistencia —esa cantaleta de que “el dinero sí está, pero no se ve”— confirma nuestras peores sospechas.
Nos quieren vender una idea peligrosa: dicen que no nos preocupemos porque los recursos para Jalisco están guardados en unas “bolsas generales” en la Ciudad de México. Aseguran que, aunque el dinero no tenga el nombre de nuestro Estado escrito en el papel, llegará mágicamente cuando se necesite. En términos sencillos, nos piden que confiemos ciegamente en que el gobierno federal, que ha castigado sistemáticamente a quienes no se alinean, ahora será generoso por pura buena voluntad.
Esto no es una estrategia administrativa, es una trampa. Al dejar el dinero en una bolsa común sin etiquetar, la federación se queda con todo el poder de decisión. Ellos deciden si mandan el dinero, cuándo lo mandan y a cambio de qué. A esto se le llama opacidad: borran las reglas claras para poder manejar los recursos a su antojo.
No se trata de pleitos entre partidos ni de “politiquería”, como les gusta decir para desviar la atención. Se trata de la carretera federal que la población usa todos los días y que está llena de baches. Se trata de los hospitales que no tienen medicinas suficientes. Negar que Jalisco recibe un trato injusto es querer tapar el sol con un dedo. Nuestro Estado aporta muchísimo dinero a la riqueza de todo el país, pero lo que nos regresan son migajas y promesas vacías.
El gobierno federal quiere asfixiar a la administración local para que fallen los servicios, y luego llegar ellos como “salvadores” a arreglar lo que ellos mismos dejaron caer. Pero quienes pagan los platos rotos de este juego de poder son los ciudadanos, no los políticos.
Estamos ante una cuenta regresiva y el tiempo pondrá a cada cual en su lugar. La legisladora ha empeñado su palabra diciendo que los fondos llegarán. Veremos al final del año si es verdad. Si esas famosas “bolsas generales” no se convierten en asfalto real y en seguridad para nuestros municipios, se tendrán que tragar sus palabras. Lamentablemente, para entonces, el daño a nuestra economía y a nuestra gente ya estará hecho. Lo que está en juego son las necesidades reales de Jalisco, y esas no se arreglan con discursos bonitos ni con promesas sin firmar.