Pemex, el colmo de la simulación

Hay historias que, por sí solas, explican la descomposición institucional del país. Y si una empresa parece empeñada en recordárnoslo cada tanto, esa es Pemex, la misma que prometió ser “la palanca del desarrollo”, pero que hoy naufraga en deudas, opacidad, producción estancada y gasolina más cara. La misma que presume “soberanía energética” mientras sobrevive a punta de subsidios y parches fiscales. Y ahora, para completar el cuadro, resulta que también brilla… en Miss Universo.

El país entero descubrió que una empresa del presidente del certamen, Raúl Rocha Cantú, recibió en 2023 un contrato de 745.6 millones de pesos de la petrolera. ¿Casualidad? ¿Coincidencia cósmica? ¿O el mismo guion viejo del compadrazgo disfrazado de licitación pública?

Para acabarla, el padre de la flamante reina de belleza, Fátima Bosch, era—precisamente ese año—directivo de Pemex. Y aunque no participó en la adjudicación, la estampa es, por decirlo suave, indecorosa.

Nadie regatea las capacidades de Fátima, pero ahora Pemex salió a aclarar que el contrato fue fruto de un proceso “conforme a la debida diligencia”. Que no hay relación contractual vigente. Que la felicitación a Miss Universo fue solo “entusiasmo popular”. Ajá. El mismo entusiasmo que llevó a la empresa a ocultar anexos por “seguridad nacional” y “secreto comercial”.

Uno pensaría que la mayor petrolera de México tiene asuntos más urgentes que defender su rol en un certamen de belleza, pero aquí estamos atrapados en un país donde las instituciones responden más rápido por un escándalo internacional que por una refinería que no refina: Dos Bocas.

Lo peor no es la anécdota, sino lo que revela: la política de simulación como norma.

Pemex se ahoga en pérdidas, pero algunos de sus cuadros directivos flotan siempre arriba. Ahí está el caso de Bernardo Bosch Hernández, padre de la reina, inhabilitado por no justificar 6.5 millones de pesos, luego reinstalado por un tribunal, y hoy subdirector de seguridad y salud en la petrolera. ¿Méritos técnicos? ¿Redención administrativa? ¿O el viejo talento para caer parado?

Mientras tanto, la producción sigue desplomándose, la deuda rebasa los 100 mil millones de dólares y las promesas de gasolinas baratas quedaron archivadas junto con las cuentas no aclaradas y los contratos adjudicados “por concurso abierto”.

El caso Miss Universo no es el problema: es el síntoma. Un episodio más de la normalización del conflicto de interés, del país donde todo “se aclara” con un comunicado y donde la corrupción ya ni siquiera se esconde, solo se maquilla… con corona incluida.

Porque si algo demuestra Pemex es que, en México, la simulación no tiene límite: puede llegar hasta la pasarela internacional, posar bajo reflectores y hasta ganar aplausos.