Al inaugurarse la edición trigésimo novena de la Feria Internacional del Libro, FIL Guadalajara, recibió atención especial la presencia de dos personajes políticos: el secretario de Economía del gobierno federal, Marcelo Ebrard Casaubón, y el gobernador de Jalisco, Pablo Lemus Navarro.
La presencia de ambos no tendría mayor relevancia si no se tratara del regreso o la reconciliación política a la que concita la feria del libro más importante de habla hispana en el planeta.
Solemos aceptar que la FIL es un encuentro literario, donde coinciden la poesía, la novela, el cuento… pero no puede ignorarse que la FIL es también un espacio de profunda acción política.
En el sexenio pasado, el del “primer piso” de la 4T, el expresidente Andrés Manuel López Obrador condenó a la FIL. La minimizó y quiso borrarla por ser, en sus palabras, el espacio donde coincidía la derecha, “los conservadores”.
Por fortuna, el pensamiento, la cultura y las letras tienen más vida y potencia que cualquier liderazgo político. Y así, actualmente, ya en la gestión presidencial de Claudia Sheinbaum Pardo, quizás con cierta timidez, se admite la centralidad de la FIL y por eso se envió a Marcelo Ebrard, un político que ha encontrado en Jalisco su “patria chica”.
En cuanto al gobernador Pablo Lemus, desde que era alcalde halló en la FIL un espacio de crecimiento. Fue ahí donde se confrontó con quienes en el pasado habían sido sus aliados políticos, y se puede considerar que la FIL alimentó su proyección hasta alcanzar la gubernatura.
Hoy, el primer gobernador que ejerce el cargo mientras la Universidad de Guadalajara (UdeG) cuenta con presupuesto constitucional, y que además, en sus primeros meses de gobierno impulsó la red de hospitales-escuela, mantiene un sólido pacto con la segunda universidad pública del país.
Si la FIL es el espacio donde confluyen los hombres y las mujeres de las letras y el pensamiento, también es el punto de coincidencia para que quienes piensan diferente, puedan encontrar el espacio de los objetivos comunes.
La FIL, en un momento histórico de confrontaciones políticas, de polarización de posturas, ha servido también, y hay que celebrarlo, como el punto de la coincidencia entre los diferentes.
De eso y más, se nutre la democracia.