Como nos enseñaron desde siempre y como nos lo ha demostrado la vida: nada es gratis. Ayer, en la rueda de prensa mañanera en Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció un incremento al salario mínimo general para el año 2026 de 13 por ciento. Está perfecto, pero tiene un costo.
¿De qué estamos hablando? De un asunto básico y subrayado por los especialistas en economía: para que haya un incremento en las ganancias, antes tuvo que haber un aumento en los ingresos.
Un crecimiento del salario mínimo no es un asunto de decreto gubernamental, es un tema de economía en el que intervienen todos los factores que participan en la compleja sociedad económica de quienes producen, industrializan, manufacturan, venden y compran.
Apenas anunciado el aumento al salario mínimo de 13% para el 1 de enero del año entrante, se dio a conocer que las afectaciones caerán directamente sobre las micro, pequeñas y medianas empresas.
Es imprescindible apuntar que el objetivo no es descalificar el aumento salarial; ese es un acto de justicia. ¿Los trabajadores tienen derecho a ganar más? Claro que sí. Afirmar lo contrario sería tomar una postura no sólo incorrecta, sino injusta.
Sin embargo, para el especialista en economía, el incremento en los salarios no es un tema que se relacione con justicia, con ética o moral, es un asunto que debe sustentarse, es decir que de algún lugar tienen que salir los recursos para que un trabajador se lleve más dinero a la bolsa.
Ese dinero, evidentemente, lo aporta el contratador del empleado, o dicho de otro modo, el empresario que con su iniciativa y capital genera fuentes de empleo.
¿Y de dónde va a sacar el recurso económico para el pago de salarios? Naturalmente, del beneficio que tenga por la venta de sus productos. Al final de la cadena, quien termina sustentando un aumento de sueldos es el consumidor que paga por los productos que los trabajadores producen.
Parece tan elemental que sorprende el hecho de que el decreto sirva como referente para un discurso de carácter político, en el que vuelven a mezclarse conceptos como neoliberales, conservadores o “enemigos del pueblo”.
Si el mercado no sustenta el incremento salarial, lo que ocurrirá es lógico: Habrá cierre de empresas, disminución de las fuentes de empleo y al final, precios más costosos de los productos que todos consumimos; eso se llama inflación.
Ayer mismo se confirmó también que se aplicará escalonadamente la reforma para reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas. Y eso es otra ganancia en los derechos de los trabajadores. También está perfecto. Sin embargo, no se están sentando las bases para que las pequeñas y medianas empresas, que son las principales generadoras de empleo en este país, puedan sustentar un esfuerzo de esa naturaleza.
Lo que corresponde ahora es que se concrete de verdad, y no solo en el discurso, un proyecto económico nacional que sustente a los generadores de empleo, para que las fuentes de trabajo sean duraderas y generen la riqueza necesaria que impacte en capacitación, productividad y salud; y además, que los generadores de empleo encuentren un sustento económico que les permita seguir adelante con su actividad.
Si esas condiciones teóricamente simples no se cumplen, lo que se impondrá es la vieja historia mexicana: lo que la ley garantiza, la realidad lo niega.