Por 36 años México vivió un modelo económico-político que prometió llevarnos al “primer mundo”, y en los hechos, sólo dejó pobreza, desigualdad, corrupción y violencia para la inmensa mayoría de la población. Pero el 1 de diciembre de 2018 se concretó no sólo una transición democrática, sino en todos los sentidos, un verdadero cambio de régimen. ¿La Cuarta Transformación fue obra de un hombre, de un partido o de una coalición? No. Fue obra de un pueblo, fue el despertar de todo un pueblo.
El 1 de diciembre de 2018, con una votación histórica de más de 30 millones de votos, es decir, el 53% del total de la votación, Andrés Manuel López Obrador se convirtió en presidente de la república, dando inicio a la Cuarta Transformación de la vida pública de México.
Sobre las ruinas del modelo neoliberal, la 4T comenzó a cambiar el paradigma de cómo se debe hacer política con un serie de principios que, en los hechos, le devolvían el poder al pueblo tras décadas de gobiernos que siempre anteponían sus intereses y los de sus socios por encima de la mayoría de la población.
“Por el bien de todos primero los pobres”, dijo la 4T, y llegaron los programas para el Bienestar como derecho constitucional, universales y sin intermediarios; llegaron los aumentos históricos al salario mínimo, llevándolo de 88 a los actuales 278 pesos; llegaron también otras mejoras para la clase trabajadora con la cancelación del “outsourcing”, la reforma laboral de 2019 y el aumento de las vacaciones, pasando de 6 a 12 días en el primer año. Todo esto se tradujo en una reducción significativa de la desigualdad, con la salida de más de 13 millones de personas de la pobreza.
“No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”, dijo la 4T, y se acabaron las onerosas pensiones a expresidentes, los salarios gubernamentales de locura, fijando que nadie puede ganar más que el presidente de la república, y se puso en marcha la austeridad republicana llevándola a la ley. En el pasado, ante las crisis, el pueblo se apretaba el cinturón y el gobierno despilfarraba recursos; hoy, es el gobierno el que se aprieta el cinturón, mostrando que se puede hacer mucho más con menos.
“Separar el poder político del poder económico”, dijo la 4T, y los más ricos comenzaron a pagar sus impuestos, recaudando más de 27 billones de pesos en el sexenio pasado, además de eliminar por ley la condonación de impuestos a grandes contribuyentes y poner freno a privatizaciones y concesiones que antes se brindaban como pago de favores políticos. Y todo esto, sin crisis económica, logrando que el peso mexicano fuera una de las monedas más estables a nivel mundial.
Sería imposible enumerar en este breve texto todos los logros alcanzados durante el primer piso de la Cuarta Transformación, pero fueron tales y tan reales, que el 2 de junio de 2024, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo llegó a la presidencia con casi 36 millones de votos (más del 59% de la votación total), con mayoría en la Cámara de Diputados, en la Cámara de Senadores y con 24 de 32 gubernaturas. De ese nivel fue la magnitud del éxito alcanzado por el primer gobierno de la 4T.
A siete años de aquel histórico 2018, los resultados son incuestionables y se siguen incrementando durante la presidencia de la doctora Sheinbaum, con la disminución histórica de delitos de alto impacto, el combate frontal a la corrupción y el reconocimiento a las mujeres mediante programas sociales y modificaciones constitucionales que buscan garantizarnos una vida feliz y libre de violencias.
Siete años son sólo el comienzo de un gobierno popular que verdaderamente escucha, atiende y da resultados. La fórmula para lograr tal cantidad de éxitos en tan poco tiempo se reduce a la aplicación de una máxima central: “con el pueblo todo, sin el pueblo nada”. El segundo piso de la Cuarta Transformación sigue en marcha y estoy segura que, de la mano del pueblo, nada ni nadie lo podrá detener.