El 2025 no fue un año cualquiera, fue el año en que el discurso oficial terminó de estrellarse contra la realidad. Un año que dejó al descubierto las prioridades del Gobierno Federal y, sobre todo, sus omisiones, porque gobernar no es repetir consignas ni repartir culpas, gobernar es asumir responsabilidades y en eso, Morena volvió a quedar a deber.
Los hospitales públicos siguen sin medicinas; no es una exageración ni una consigna opositora, es la realidad cotidiana de millones de familias que recorren pasillos vacíos, que escuchan “no hay” como respuesta permanente y lo más grave es que, aun con esta crisis evidente, Morena decidió no asignar ni un peso más al sector salud. Su indolencia se convirtió en política pública.
Las carreteras federales están hechas pedazos; basta salir a cualquier tramo del país para comprobarlo. Hoy circular por ellas es arriesgar la vida, sin embargo, el presupuesto volvió a ignorar su mantenimiento. Morena no etiquetó recursos suficientes para repararlas, como si la conectividad, la seguridad vial y el desarrollo regional no importaran.
El campo mexicano sigue en el abandono; los productores luchan contra la falta de apoyos, el encarecimiento de insumos y la ausencia de una estrategia clara. Morena ni siquiera se digna a voltearlo a ver, se olvidaron de quienes garantizan la comida en nuestras mesas y sostienen buena parte de la economía nacional.
La inseguridad está desbordada; ya no hablamos solo de cifras, sino de territorios completos rebasados por el crimen y lo más alarmante, ni siquiera pueden proteger a los presidentes municipales. Si el gobierno no es capaz de garantizar la vida de sus propias autoridades, ¿qué le queda al ciudadano común?
La corrupción, lejos de combatirse, se reparte a manos llenas. Morena prometió erradicarla y terminó por normalizarla, mientras continúa destruyendo instituciones que costaron décadas construir, hoy tenemos organismos debilitados, contrapesos anulados y un poder concentrado que no rinde cuentas.
Pero aun así, yo, igual que tú, soy de los que no deja de luchar, de los que creemos que las cosas pueden mejorar. Porque este 2025 también nos dejó lecciones importantes, nos dejó claro que cuando alzamos la voz, el poder tiembla y que la crítica incomoda, porque revela verdades. Nos enseñó que resistir es más fácil cuando estamos unidos, cuando dejamos de lado el miedo y asumimos nuestra responsabilidad como ciudadanos.
Y, sobre todo, nos recordó que la verdadera esperanza de México no está en un partido ni en un discurso, sino en nosotros, en la sociedad que no se resigna, que exige, que participa y que defiende al país todos los días. México vale la pena. Y juntos, con convicción y carácter, podemos y debemos defenderlo.