Es complicado
Hace pocos años, mientras las amenazas de un mundo globalizado se sumaban a la crisis económica en México, había datos para documentar el pesimismo, muchos: inflación, devaluación, aumento de nada en los salarios mínimos, déficit comercial, desempleo, subempleo, informalidad creciente, quejas de los líderes empresariales, precarización laboral (outsourcing), incremento en el número de mexicanos que se integraban a las filas de la pobreza y la pobreza extrema, bajo consumo de proteína animal en los grupos mayoritarios y marginados; el peor país en recaudación tributaria y en niveles de corrupción, desastre en la salud pública, abandono del aparato educativo y de los docentes específicamente, ¿qué más?
La lista es larga y lo que enlisto aquí apenas pinta una pequeña parte de un universo complejo, incierto, crítico y poco esperanzador, en los tiempos de Peña Nieto, Calderón, Fox, Zedillo, Salinas y Miguel de la Madrid. De pronto se dejan fuera Echeverría y López Portillo, pero estos dos, junto con los otros, acumulan casi 50 años de malos y pésimos gobiernos con los peores indicadores en todas las áreas y, por si fuera poco, negocios, privilegios, enriquecimiento ilícito, abusos, nepotismo, despojos y desmantelamiento de lo poco que funcionaba en el Estado mexicano.
Vuelvo a este tema –y no dejaré de hacerlo– porque somos producto de nuestra memoria histórica y para entender lo que pasa hoy, es preciso mirar hacia atrás. Últimamente he notado que hay una cierta tendencia y afirmaciones concretas que piden que ya no se hable del pasado, pero no estoy de acuerdo. En todos los procesos de purga y catarsis, para sanar, para avanzar sobre terrenos firmes, sólidos y armónicos, es fundamental, indispensable, exorcizar a los fantasmas de otros tiempos, reconocer y restañar heridas.
Entender lo que pasa hoy significa también comparar y, de hecho, no sé por qué se insiste en que todas las comparaciones son malas. Habría que romper con patrones y lugares comunes que no conducen a nada, estorban.
Hoy me sirve saber, y sólo puede ser después de un trabajo de revisión de datos de otros años y de las comparaciones correspondientes, que hay menos mexicanos viviendo en pobreza y más mexicanos en el grande y simbólico grupo de la clase media.
Es cierto, no se puede cantar victoria, falta mucho por avanzar en esta materia empezando por la necesidad urgente de que quienes salieron de la pobreza y los que llegaron a la clase media se consoliden primero en la nueva condición y sigan hacia arriba, mejorando sus niveles de vida y bienestar.
Claro que no es fácil y sí muy complicado porque las amenazas no cesan, porque aparte de todo, en los últimos siete años pasamos por una dolorosísima pandemia y hoy por hoy es preciso capotear el temporal trumpiano que no cesa, al contrario, empeora.
Es complicado porque resulta que aun cuando el poder adquisitivo de los mexicanos ha mejorado, para algunos economistas no es real o va a durar muy poco o se necesitan otras circunstancias en el mundo para que rinda y se note efectivamente que traemos más dinero y gastamos más. Y luego hay que ver de dónde viene lo que compramos y quién lo produce.
No sé si sea resultado de lo que padecimos por tantos años, quizá sí, pero hay una carga pesimista con respecto a nuevas realidades, mejores realidades, con la que tendríamos también que romper, me refiero a la carga, no sólo para reconocer lo que vivimos ahora y que es mucho mejor en comparación con los sexenios ya citados, sino para avanzar, para no quedarnos ahí, consolidar y seguir, afianzar y subir.
Por supuesto que es complicado. Remontar y cubrir los retrasos, olvidos, abandonos y rezagos que nos impusieron los gobiernos de Echeverría a Peña Nieto no es nada sencillo, mucho menos si estamos conscientes y reconocemos también que adentro del gobierno actual hay resistencias, inercias y tentaciones, resabios, viejas y malas prácticas en la burocracia, obstáculos para proteger privilegios; redes de corrupción.
Sin embargo, en un contexto así, no había sucedido, primero, que 13.4 millones de mexicanos salieran de la pobreza y que la clase media en México creciera 12.4 % entre 2018 y 2024 por encima de Brasil (7 %), Costa Rica (6.8 %) y Paraguay en el mismo periodo; y en contraste con los países donde se redujo, en Argentina por ejemplo, hay 6.3 % menos personas en ese estrato; en Perú -4.4 % y en Ecuador, -1.9 por ciento.
En México, la población en pobreza cayó de 55.1 a 21.7 % entre 2000 y 2024; y la clase media subió de 18.1 a 39.6 % en el mismo periodo. Estos datos resultan de tabulaciones de la LAC Equity Lab de SEDLAC (CEDLAS y Banco Mundial) donde la línea de pobreza corresponde a la población con ingreso menor a 8.30 dólares por día; y la clase media corresponde a ingresos superiores a 17 dólares diarios.
El INEGI reporta los mismos indicadores con variaciones: en el caso de la pobreza, de 2008 a 2024 pasó de 44.2 a 29.6 %; y en cuanto al crecimiento de la clase media, en el mismo lapso, creció de 18.3 a 42.3 por ciento. Si se comparan los indicadores de las dos instituciones entre 2008 y 2004, las variaciones son mínimas pero en todos los años, con la misma tendencia a la alza. Comparto aquí el gráfico donde se aprecian las diferencias que comento.
No son malas noticias, tampoco lo es el incremento a los salarios mínimos que se anunció hace unos días así como el paso a la semana de 48 a 40 horas de manera gradual.
Con todo, insisto, es complicado porque estábamos muy mal acostumbrados a que esto no fuera real, ni cierto, a que se prometieran aumentos y mejoras y no se cumplieran; o a que fueran ficticias o efímeras. La tasa de desempleo también es de las más bajas en el mundo y se sigue generando empleo, pero como el PIB es mínimo, pareciera que todo lo demás no está sucediendo, como la paridad por ejemplo, increíble, en 18 pesos por dólar o el incremento histórico en la inversión extranjera directa. Es complicado.
En lo que reconocemos esta nueva realidad y logramos que se mantenga y mejore siempre, permítanme los estimados lectores y lectoras que les desee una muy feliz Navidad en compañía de sus seres más queridos.
