Final de sexenio

Es difícil en el esquema de polarización que vivimos este sexenio, inducido en buena medida, y funcional en términos de comunicación política para el Presidente de la República, hacer una reflexión medianamente objetiva, a pesar de que siempre he sido de la idea de que a los gobernantes y sus gestiones hay que observarlas en tonalidades de grises, y no en blanco y negro.

Sin embargo, al titular del Ejecutivo federal le agrada más el blanco y negro, sabedor del escenario del 75-35 de apoyo en prácticamente la totalidad de las encuestas realizadas durante el sexenio, con una variación menor en los números y que en algún momento pudo llegar a un 60-40, pero que la contundencia de los resultados electorales son más cercanos a la primera cifra y por ello, con confianza polariza en su discurso cotidiano, sabedor de que le redituará hasta el último día de su mandato.

En este tenor y tratando de buscar un punto de vista equilibrado (reconozco la poca posibilidad de éxito, derivado de mi opinión construida durante el sexenio y ser parte de esa polarización comentada).

Habrá que destacar en las políticas exitosas que se dieron en este periodo y que tienen que ver por ejemplo, con el incremento en el salario mínimo que arranco en el 2018 con ochenta y ocho pesos, y cierra con doscientos cincuenta pesos diarios, rompiendo la inercia restrictiva de los últimos periodos presidenciales, que han paliado de alguna manera lo paupérrimo del salario mínimo de las últimas décadas a pesar de las presiones inflacionarias recientes.

Ingenuo sería no reconocer el éxito de los programas sociales, que son la columna vertebral de la política social del gobierno federal y que son el cimiento en la consolidación de la denominada cuarta transformación y de la sólida base social que acompaña al presidente, refrendada en las urnas y trasladada (más allá de los méritos propios de Claudia Sheinbaum) a la mayoría de las y los candidatos de la alianza partidista ganadora.

En sentido contrario, las dos de las principales deudas que deja la gestión de AMLO, son el tema de la seguridad a lo largo y ancho del país, teniendo como ejemplo el de los homicidios por año desde Felipe Calderón hasta el dato de agosto de este año, de los 120 mil 463 cometidos en el sexenio 2018-2024 hasta los 198 mil 084 contabilizados hasta el día de ayer lunes 22 de septiembre de 2024.

No omito mencionar que la línea de crecimiento en los homicidios cometidos es consistente hasta el 2020, cuando donde tuvo su punto máximo con 36 mil 773 asesinatos, dándose una línea descendente al 2023 con 30 mil 562. Lamentablemente, hablamos de vidas perdidas y a pesar de esta disminución, será el sexenio con el mayor número de asesinatos en la historia, desde que se contabilizan consistentemente estos datos.

El otro tema de alta sensibilidad es el del desmedido incremento de atribuciones y recursos a las Fuerzas Armadas. Nunca en la historia de la humanidad ha sido buena idea dar a los ejércitos facultades adicionales a las de su naturaleza, tarde o temprano, este país lamentará esta decisión; el argumento de que sigue siendo el titular del Ejecutivo (una persona civil) el comandante supremo, no se sostiene cuando las Fuerzas Armadas se convierten en constructores, administradores aeroportuarios, policías preventivos e investigadores, entre otras tareas que se les han encomendado formal o en la practica diaria, ocupando espacios que corresponden en estados democráticos a autoridades civiles.

Se abre el espacio en los siguientes meses para realizar análisis pertinentes con datos duros, para dar tonalidades de grises a este gobierno federal.

@pviveros en X