Sin duda, este texto me causará más de una crítica y hasta insulto, situación que ya me ha pasado en otras ocasiones, pero no puedo evitar ser un férreo defensor de la más bonita de todas las fiestas: la fiesta brava.
Hace algunos días la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, presentó una iniciativa para regular corridas de toros sin violencia. A lo largo de su prolífica carrera política, Brugada siempre ha sido acompañada por la polémica. Basta recordar a “Juanito”, ese folclórico personaje que fue candidato en lugar de Clara, debido a que el Tribunal Electoral le quitó la candidatura a la Delegación Iztapalapa por diversas irregularidades en la elección interna del PRD en el año 2009 y utilizaron a “Juanito”, que en realidad se llama Rafael, como candidato improvisado con la promesa de que al ganar pediría licencia y cedería el lugar a la preferida de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, el patiño resulto laxo de palabra y costó mucho trabajo que cumpliera con su palabra en uno de esos episodios bizarros de la cultura política mexicana.
Pues bien, hoy en su calidad de jefa de gobierno, Clara Brugada presentó una iniciativa al Congreso de la Ciudad de México (aprobada ya en comisiones) para modificar la normativa que permite las corridas de toros en la capital y que introduce el concepto de “corridas sin violencia”, es decir el toro no puede ser lastimado en el ruedo, no se le pueden colocar banderillas, ni picarlo con la puya, menos realizar la suerte suprema que es el de quitarle la vida con el estoque de muerte.
Una ocurrencia, acorde a los nuevos tiempos y la mayoría política que gobierna. La fiesta brava no admite medianías. Ojalá y la jefa de gobierno y su mayoría asumieran su responsabilidad para prohibir las corridas de toros en su totalidad, en vez de inventar festejos extravagantes que terminará con el mismo resultado: el término de la milenaria tradición taurina.
Una corrida de toros no se puede concebir sin el desarrollo de sus tercios completos, lo que incluye la puya, la colocación de banderillas y la muerte del astado con la espada, contando con la excepción del indulto que se da cuando el toro tiene condiciones de bravura y presencia extraordinarias.
La polémica entre taurinos y antitaurinos la dejaremos para otro momento; ambos bandos con razones válidas en sus posturas. Hoy solo dejos dos datos.
1) Cada día se matan aproximadamente novecientas mil reses para consumo humano, frente a menos de sesenta mil toros de lidia que mueren ¡al año! en el planeta. El tema son las condiciones en las que mueren buena parte del casi millón de reses diarias, muchas en condiciones deplorables y en sufrimientos indecibles desde su nacimiento hasta su muerte en lapsos que no pasan de un año de vida, frente a los (al menos) cuatro años de los toros de lidia, en condiciones únicas de calidad y de cuidados.
2) La fiesta brava es arte que produce arte, en la música, la pintura, la fotografía, la escultura, la literatura, etc.
Cierro con una certeza que no me agrada, pero sucederá: a la fiesta brava hay que dejarla morir por inanición. Es claro que crece el rechazo a ésta y a las personas más jóvenes poco les agrada, y dejará de ser negocio en pocos años. Por esto soy de la idea que la iniciativa de la jefa de gobierno es más una ocurrencia sin ton ni son, acorde al espectáculo político de nuestros tiempos.