Cuando hablamos de salud, esquematizamos un panorama amplio y diverso, pero esta definición se vuelve acotada cuando tocamos el tema de salud dental o bucal. Con ella se suelen evocar imágenes de cepillos, pastas dentales y visitas esporádicas al dentista. Pero lo cierto es que, en términos de salud pública, lo que ocurre en la boca no se queda solo ahí. Las enfermedades bucales se encuentran relacionadas plenamente con padecimientos como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares e incluso hasta los partos prematuros. Sin embargo, la salud bucal ha estado desentendida, pero sobre todo desatendida, del sistema de salud, un área pasada por alto en el amplio engranaje de la atención primaria.
Integrar a la salud bucal en el primer nivel de atención es una necesidad urgente. Esta medida permitiría detectar de forma temprana enfermedades prevalentes, reducir costos en su atención y mejorar la calidad de vida de millones de personas. La atención primaria en salud, por su cercanía con la comunidad, es el contexto ideal para la detección de caries, de enfermedades periodontales o de alteraciones que se puedan tratar en un momento oportuno.
A pesar del impacto en el diagnóstico y atención, una de las condicionantes a tratar es el cambio en el paradigma: los equipos de salud que se forman deben incluir a los profesionales de odontología, así como capacitar a médicas, médicos y personal de enfermería para la prevención bucal e incorporar mensajes de autocuidado en las campañas comunitarias. Porque promover la salud bucal va más allá de hablar de dientes limpios; es un discurso de justicia, equidad en el acceso a la salud y bienestar social.
En México tenemos todavía una deuda en salud bucal. Aún hay comunidades donde el acceso al cepillado diario no está garantizado, mucho menos una consulta odontológica regular. La boca es por donde la salud empieza e ignorar su atención es perder una valiosa oportunidad de prevenir, educar y cuidar de forma integral.