México y el planeta completo siguen sin poder comprender la forma en la que el presidente Trump descarrila la economía mundial con su política de aranceles, en los que impone amenazas de cuotas estratosféricas y obliga a negociar en condición de desventaja a sus contrapartes y llega a acuerdos endebles, los que ignora o intenta modificar con el menor pretexto.
La presidenta Sheinbaum tiene en este tema tal vez su principal reto, junto con el de la seguridad pública, en donde tiene que remar contracorriente, primero, del ánimo de su colega del Norte, y segundo, con la vehemencia de algunos de sus correligionarios que con un patrioterismo simplón se envuelven en el lábaro patrio y se lanzan (no desde el Castillo de Chapultepec) pero si desde las redes sociales, particularmente en X antes Twitter, evocando a figuras como la del “Che” Guevara, en la plataforma de redes de uno de los hombres más ricos del planeta y férreo defensor del capitalismo a ultranza, en un tema que raya en lo bizarro, pero que encuentra respuesta desde las redes oficiales del gobierno estadounidense.
Mucho tiene que hacer la presidenta, pero no solo ella; es indispensable la participación de los poderes públicos y del empresariado nacional. Parece inevitable establecer un programa coherente y gradual de sustitución de importaciones norteamericanas, el acordar o incrementar los alcances de los tratados de libre comercio con un mayor número de naciones como las de Europa, China y el resto de Latinoamérica, promover de manera seria el consumo local sin clichés nacionalistas. Se necesita calidad en nuestros productos, no colocarle sellos de bienestar; no tenemos otra opción, por lo menos en los siguientes tres años y medio.
Para lograr salir lo menos peor del enredo, es indispensable que la mayoría gobernante tienda puentes de comunicación con los medios, con las minorías políticas, con las personas de negocios y con quienes integran las cadenas productivas. No es un asunto exclusivo de la 4T, es un tema de interés de todas y todos los que habitamos este país. De lo contrario, aún estamos lejos de dimensionar las consecuencias y en efecto, necesitamos que el marco jurídico dé confianza a la inversión, que el empresariado modere la sed de ganancias fuera de la razón y que el gobierno (los gobiernos) gasten de manera más eficiente el dinero de todos, empezando por inhibir esquemas de corrupción. Inmenso el reto que tenemos enfrente, ojalá tengamos la capacidad de acordar lo mínimo indispensable para sobrevivencia de la nación, entendiendo que el dinero de las arcas públicas no es infinito y se agota paso a paso.