Sin duda, el crecimiento desmedido de nuestra metrópoli tiene diversos puntos en los que la movilidad es un viacrucis diario. Las horas que las y los tapatíos pasamos en el vehículo particular o en el transporte público se acumulan y en términos reales, nos quitan vida al sumarlas cada año, y darnos cuenta de los días que pasamos en nuestro hogar ambulante.
Pero dentro de estos nudos, el de la Avenida López Mateos no tiene comparación. La expansión inmobiliaria al Sur de la ciudad en las últimas dos décadas ha hecho que el corredor Tlajomulco, Zapopan, Guadalajara sea insufrible tanto para quienes viven en la zona, como para quienes prestan servicios. Tener que prevenirse con dos horas en promedio para llegar al lugar de trabajo o escuela, y un tiempo similar para regresar, merma la calidad de vida de todos los niveles socioeconómicos, no importa si tienes cuatro vehículos en el hogar o si se utiliza en transporte público. El crecimiento inmobiliario sin los mínimos controles afecta a toda el Área Metropolitana de Guadalajara.
Este asunto, evidentemente, es de corresponsabilidad, primero de las autoridades que por tantos años fueron permisivas en la expansión de la vorágine inmobiliaria y en segundo, de quienes adquirieron fincas a lo largo de dicho corredor, unos por necesidad al buscar vivienda asequible para la clase trabajadora y otros por darse el gusto de vivir frente al bosque. Por cierto, varias de esas personas son férreos “defensores” del Bosque de La Primavera y cuando adquirieron sus residencias o flamantes departamentos, presumían o presumen sus vistas al bosque sin reconocer que su vivienda se fincó en donde antes había un bosque, siendo ellas mismas parte del problema por gusto, a diferencia de quienes adquirieron viviendas en el Sur por necesidad.
Así llegamos al 2025, con una situación inaguantable: reclamos a los gobiernos municipal y estatal, quejas cotidianas y una acumulación de vehículos que crece día con día y que ha llevado a una infinidad de propuestas para aliviar la situación, desde segundos pisos, hasta una infraestructura subterránea que reta a la imaginación.
No habrá resultados mágicos. Existirán paliativos con la renovación de Camino Real a Colima y la indispensable, además de urgente, reconstrucción de Adolf Horn, pero la física es básica: a estas vialidades no les nacen metros cuadrados de anchura y lo que sube en el caso de los segundos pisos, tiene que bajar en algún punto, y la CDMX es el ejemplo vivo de ello.
Menos vehículos, un mejor servicio de transporte público, ciclovías y disminuir o terminar con la proliferación de vivienda en ese corredor al que todavía le quedan muchas hectáreas que acechan los predadores inmobiliarios, son acciones que no solucionarán un problema irresoluble, en el que poco se puede hacer. La realidad alcanzó al Sur de Guadalajara.