El pasado domingo 12 de octubre se celebró el centenario de la refundación de la Universidad de Guadalajara por iniciativa del entonces gobernador del Estado, José Guadalupe Zuno y siendo su primer rector Enrique Díaz de León, en tiempos que eran convulsos para nuestra nación. Recién terminada la Revolución Mexicana y con una inestabilidad política aún imperante en la nueva etapa institucional de México, se abrió paso la que hoy es la Universidad pública de mayor trascendencia en el ámbito subnacional y que sin duda, es modelo a seguir en la educación media superior y superior no solo en nuestro país.
Grandes mujeres y hombres dieron origen a esta etapa de nuestra Alma Mater y es insuficiente este espacio para nombrarlas a todas ellas. Por ello, me quiero enfocar en mencionar que las universidades en general son y deben seguir siendo espacios en donde la libertad sea la principal premisa; la diversidad de opiniones, la generación de conocimiento científico, el análisis de las problemáticas sociales y la generación de propuestas para su atención y solución, son la esencia de la Universidad.
Por ello, no es sorpresa que nuestra casa de estudios tenga recurrentemente en el tiempo, expresiones que cuestionen no solo al poder institucional externo, sino a la propia organización interna. Mal haría la Universidad si no forma a estudiantes con pensamiento crítico que cuestionan la realidad de la sociedad, incluida nuestra inmensa y rica comunidad de más de trescientas mil personas y que ejerce el segundo presupuesto más alto en Jalisco.
Es inevitable que parte de sus estudiantes cuestionen legítimamente la forma en que funcionamos, sin ser omiso en mencionar que en esta diversidad siempre habrá intereses externos que busquen aprovechar la circunstancias para desestabilizar. Sin embargo, no tengo duda de que la fortaleza de la comunidad universitaria, de sus autoridades, de sus profesoras y profesores y de sus trabajadores, tendrán las capacidades para atender el reto y escuchando a la diversidad, atendiendo aquello que es posible atender y cerrando filas frente a los intereses ajenos, dará como resultado un avance significativo en la calidad de la educación y en la atención de las diversas problemáticas que permanentemente se presentan en la dinámica universitaria.
La Universidad en este siglo de vida, siempre ha sido más grande que sus problemas y en esta ocasión no será la excepción. Hay ruta, hay en la rectora liderazgo, y certero estoy que de la actual circunstancia saldrá una universidad con mayor fortaleza cumpliendo la máxima de pensar y trabajar.