Inevitable escribir sobre el artero asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ocurrido el pasado sábado 1 de noviembre en un festejo público relacionado con las festividades del Día de Muertos y que ha causado un alto impacto por el perfil del edil y su frontal lucha contra los grupos del crimen organizado que asolan a su municipio.
Los golpes de realidad frente a las estrategas gubernamentales acaban con la esperanza, nos recuerdan que en Michoacán como en muchos territorios del país, la delincuencia impone condiciones, se convierte en gobierno formal en algunos casos y en otros se convierten el “otro” gobierno; deciden sobre quién puede vivir y quién no; controlan la oferta y demanda de bienes y servicios; cobran “impuestos” no establecidos en ninguna norma jurídica; silencian a personas consideradas incómodas y a los medios de comunicación, más un largo etcétera en donde el constructo del Estado mexicano pierde potestades de manera alarmante.
Dentro de esta tragedia diaria vivida por el alcalde Manzo y por miles de personas todos los días, vale la pena hacer un llamado a una pausa, una pausa que tenga como fin la imperante necesidad de escucharnos sin estridencias, para tratar de comprender qué sucede y trazar líneas que permitan visualizar una luz al final del túnel; no hablo de politizar nada, hablo de la necesidad de establecer acuerdos para la sobrevivencia como nación.
Personas mezquinas existen en ambos bandos en los que el discurso oficial nos ha inducido. En efecto, hay quienes pretenden sacar raja política de la tragedia, lo que es deleznable, pero también es momento de que la mayoría política comprenda que es necesario consensar, hacer un llamado a la unidad frente a la emergencia, sin pisotear, sin pensar que su visión es la única válida, sin seguir recurriendo al discurso en donde el pasado es el culpable después de siete años de gobernar. El momento necesita a mujeres y hombres con visión de Estado más allá de posiciones partidistas o ideológicas. La crisis de seguridad no es exclusiva del gobierno federal, ni de los estatales o municipales, es de todos y si no es la lucha contra el crimen y contra los esquemas de corrupción que permean en instituciones y en la sociedad misma, no habrá otra posibilidad de punto de encuentro. Son tal vez los únicos temas que pueden unificar la diversidad política y social, en una teoría que Arturo Ríos (integrante del CPS) desarrolla intelectualmente.
Coincido con su lectura y tal vez sea una de las últimas oportunidades para recuperar desde el microespacio, territorio y soberanía, porque así como los perdimos en pequeños espacios y territorios que ya ocupan la mayoría de la extensión nacional, así que es hoy o tal vez, ya no sea en mucho, mucho tiempo.