El sarampión ha vuelto a tocar las puertas de México. No es un virus nuevo, pero sí un viejo enemigo que reaparece cuando la confianza se confunde con inmunidad. En 2025, México ha confirmado más de cinco mil casos —la mayoría en Chihuahua— y Jalisco se cuenta entre los estados con brotes activos. La enfermedad, causada por un “paramixovirus” del género “Morbillivirus”, es tan contagiosa que una sola persona puede infectar a otras 18 en espacios cerrados. Se transmite por gotas respiratorias y puede permanecer en el aire hasta dos horas después de que el paciente se haya ido.
Detrás de cada caso confirmado hay un mismo hilo conductor: la falta de vacunación. El virus del sarampión es estable —no ha cambiado lo suficiente para evadir las vacunas desarrolladas hace más de medio siglo—, pero su avance se debe al olvido. Cuando la cobertura de inmunización cae por debajo del 95%, se facilita la entrada del virus. La inmunosupresión que provoca puede prolongarse meses y dejar al organismo vulnerable frente a otras infecciones, incluso años después. Por eso la prevención no es solo una acción individual: es una defensa colectiva.
El Gobierno de Jalisco ha puesto en marcha un plan de acción que incluye reforzar la vacunación gratuita en todas las unidades de salud, instalar filtros escolares, ventilar salones, sanitizar mobiliario y crear cercos epidemiológicos en torno a los casos detectados. La estrategia es correcta y llega a tiempo, pero exige más que protocolos: requiere articulación, información y confianza ciudadana.
Desde la Universidad de Guadalajara, recordamos que ya enfrentamos un desafío similar. En plena pandemia por COVID-19, junto con el Dr. Ricardo Villanueva, creamos la Sala de Situación en Salud. Aquella sala, que siguió una metodología operativa derivada de la OMS/OPS, analizó datos, unió instituciones, transparentó información y generó decisiones basadas en evidencia. Hoy, esa experiencia es retomada y esa sala —que nunca cerró del todo— bajo el liderazgo de nuestra rectora Karla Planter, ha vuelto a encender sus monitores, esta vez para acompañar la vigilancia epidemiológica del sarampión, sumar inteligencia universitaria y fortalecer la comunicación con la sociedad y el Gobierno del Estado.
El sarampión nos recuerda que la salud pública no se construye con urgencias, sino con continuidad. La vacuna sigue siendo la herramienta más poderosa que tiene la humanidad contra este virus: dos dosis bastan para proteger al 99 % de la población. Pero la ciencia, por sí sola, no basta. Se necesita una sociedad que escuche, instituciones que cooperen y gobiernos que confíen en la evidencia. Jalisco tiene la estructura y la memoria institucional para hacerlo. Porque la prevención, al final, es la forma más inteligente de recordar lo que la pandemia nos enseñó: que la salud se defiende en comunidad.