La marcha

El pasado sábado 15 de noviembre México vivió un día especial. La denominada Generación Z salió a manifestarse en diversas plazas, destacando la del Zócalo capitalino, ese espacio de 46 mil metros cuadrados que parecen ser exclusivos para las manifestaciones o celebraciones del grupo en el poder, y antaño cuando eran oposición, que en ocasiones como la de la marcha en comento, se utilizan todas las artimañas para hacer su uso más complicado, llegando a lo grotesco y peligroso.

Primero. La manifestación es legítima, más cuando se trata de una generación que como pocas ha sido golpeada directamente por el Estado y por las omisiones del propio Estado, una generación prácticamente sin derechos. Con una pobre perspectiva de tener una pensión digna, de un trabajo formal, de un trabajo bien pagado, sin un esquema eficiente de salud o de seguridad y a la que la voracidad del crimen organizado engulle sin piedad con falsas promesas laborales o por la fuerza, sin que la autoridad haga algo para evitar que siga sucediendo.

Además, es una generación que nació en la era digital, que se informa por esa porosa vía y que genera sus propios canales de comunicación alejados de los medios tradicionales y que al gobierno le son ajenos. La diversidad y la confluencia de opiniones e intereses en las plataformas digitales, hacen que sean difíciles de comprender ante la atomización e inmediatez. Sin embargo, hay un hilo común: la falta de oportunidades para una vida digna, y eso hizo que se diera una organización para dar un golpe en la mesa y decir ¡Aquí estamos! 

Segundo. Penosa y ridícula la acción del régimen, antes para descalificar la convocatoria, que obliguen a Ricardo Salinas a pagar sus impuestos, situación con la que nadie podría sensatamente estar en desacuerdo. No tiene nada que ver con la manifestación, pero independientemente del discurso distractor, lo que es nefasto, en las izquierdas y las derechas, es el uso intimidatorio y abusivo de las fuerzas del orden; vimos una fiereza policial como nunca en los siete años del actual régimen, las evidencias videográficas sobran. Pareció una policía de un gobierno autoritario y el fortalecimiento del discurso amigo-enemigo se aplica con la población equivocada; los enemigos no son nuestros jóvenes inconformes. Grave error el del régimen que se aleja del respeto a la diversidad de opinión y del derecho de manifestación; no se da cuenta o no quiere darse cuenta de que poco a poco afecta a múltiples minorías, presumiendo el apoyo mayoritario del “pueblo bueno”, hasta que llegue el momento en que tantas minorías acaben convirtiéndose en mayorías.

Es indispensable tener personas gobernantes con visión de Estado, para resolver los problemas con el vecino del Norte, la inseguridad y el tema económico, además de preservar nuestra imperfecta democracia. De lo contrario, se genera un cóctel explosivo en el mediano plazo.