Así como el gobierno federal y sus brazos políticos acusaron a la oposición e intereses privados, e incluso a actores internacionales, de convocar y financiar la marcha de la llamada Generación Z, de igual manera se acusan “intereses políticos” detrás de las manifestaciones de transportistas y agricultores, deslegitimando a priori la libre manifestación de las ideas y de expresión, aún consagradas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Es de llamar la atención la negación de los problemas reales que viven varios sectores de la sociedad mexicana. Nadie en su sano juicio desconoce la crisis de inseguridad que viven no solo los transportistas en varias regiones del país; este tema también lo viven las personas automovilistas en donde el crimen organizado planta retenes, roba, extorsiona y secuestra a quienes tienen la necesidad de viajar por las carreteras nacionales.
De igual manera, los productores de maíz y de otros productos ven cómo se gasta más en producir que lo que se recibe por la venta de dichos productos, que además se ven afectados por el mismo mal que los transportistas. El crimen organizado marca los precios de venta de diversos bienes y servicios en amplias regiones de México como el aguacate, el pollo, las tortillas o el limón, siendo obligados por la extorsión bajo el riesgo de perder la vida en caso de no cumplimentar el mandamiento de las otras autoridades.
No ver esta situación y reducir las manifestaciones a intereses mezquinos o extranjeros es de alto riesgo. Sigue orillando a la protesta como única válvula de escape ante el flagelo de la inseguridad que doblega a autoridades locales, estatales y federales en diferentes zonas; reza un dicho que el primer paso para solucionar un problema es reconocerlo y en ese reconocimiento hay que construir las medidas para solucionar una problemática compleja, multifactorial y de soluciones paulatinas, con el concurso de todos; de lo contrario, no hay remedio posible.
Estigmatizar la protesta achacándosela a la oposición, es darle al “prian” un estatus de organización que hoy no tiene, pero que evidentemente da líneas discursivas que cualquier oposición en un país democrático aprovecharía, pero no hay que desviar la atención, hay que focalizarse en resolver el serio problema que viven diversos sectores y comunidades por incómodo que sea el tema, y a pesar del 70% de aprobación presidencial, hay que gobernar para todos y solucionar los problemas que atañen a las obligaciones jurídicas del Estado mexicano. De lo contrario, no sirven las encuestas, ni los millones de votos.