El libro que me enseñó a hacer preguntas

En estos días, Guadalajara vuelve a latir al ritmo de la FIL. Entre pasillos infinitos, presentaciones, firmas y conversaciones que parecen envolvernos en un ovillo de ideas, uno recuerda por qué los libros no solo acompañan nuestras vidas, las transforman.

En mi caso, esta semana me permití repensar cuál libro abrió una puerta que jamás volvió a cerrarse. Esta semana quiero compartir con ustedes esa historia. Tenía alrededor de catorce años cuando cayó en mis manos “El origen de la vida”, de Alexander Oparin. No era un cuento infantil ni un texto sencillo, tengo que admitirlo. Era un libro que hablaba de moléculas, de química primitiva, de océanos antiguos y de la posibilidad —casi poética— de que la vida hubiera surgido de una “evolución prebiótica”.

Siendo honesto, lo leí sin entenderlo del todo, pero comprendí algo esencial: que el mundo podía explicarse con preguntas, y que detrás de cada respuesta había otra pregunta esperando pacientemente ser formulada. Su relevancia para mí no radica solo en las respuestas que intenta ofrecer, sino en la forma en que cambia las preguntas.

Ese libro sembró la duda científica, la emoción por el descubrimiento, el gusto por abrir textos que parecían demasiado complejos para mi edad. Me enseñó que la biología no era solo memorizar nombres, sino intentar descifrar cómo la vida logra ser vida. Y, de alguna forma, fue el primer paso hacia el laboratorio, hacia la investigación biomédica y hacia el camino que hoy sigo recorriendo.

La FIL nos recuerda cada año que un libro puede cambiar una vida. Que a veces basta una frase, un capítulo, una idea, para alterar el rumbo de nuestra historia personal. Hoy, mientras camino entre los stands, pienso en todas las niñas y los niños que encontrarán su primer libro importante: aquel que les despertará una vocación, una inquietud, una pasión.

Quizá alguno lea —como yo lo hice— sobre aminoácidos y atmósferas primigenias. Quizá otro descubra un poema que le revele algo profundo sobre sí mismo. Tal vez alguien encuentre el valor para escribir su propia historia. La FIL no es solo una feria: es un ecosistema donde nacen futuros, donde un libro encuentra a su lector y le cambia para siempre la manera de mirar el mundo.

Yo sigo agradecido con ese pequeño tomo de pasta sencilla que me habló del origen de la vida. Porque sin él, seguramente no estaría hoy escribiendo estas líneas desde un lugar que entonces ni siquiera podía imaginar, pero algo tengo claro: aún tengo preguntas para las que sigo pensando la mejor respuesta.