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14 diciembre 2025
José Francisco Muñoz Valle
José Francisco Muñoz Valle
José Francisco Muñoz Valle

Entre brotes y decisiones

10 diciembre 2025
|
05:00
Actualizada
20:07

En estos días, las noticias sobre nuevos casos de sarampión en México nos han recordado, casi como un susurro incómodo, que los virus no respetan calendarios, ni eventos deportivos y tampoco comprenden nostalgias. Creíamos haber dejado atrás aquellas primeras planas de los noventa —salas de espera saturadas, campañas masivas, cartillas de vacunación con sellos orgullosos—, pero la realidad es más compleja: basta una disminución progresiva para fisurar, en términos de inmunidad, la posibilidad de erradicar una infección que creíamos superada.

Podemos entender la infección por el sarampión como un espejo social. Refleja, con crudeza, qué tanto logramos sostener nuestros sistemas de prevención y qué tan lejos llegan las consecuencias de la desinformación o la confianza excesiva. Cada caso confirmado, más allá de la estadística, es un recordatorio de que en salud pública los equilibrios son frágiles y que las consecuencias son resultado de decisiones, acertadas u omisas, tomadas a lo largo del tiempo.

Hoy, mientras el país observa con atención y las autoridades activan protocolos, vuelve a ponerse sobre la mesa —aunque nadie lo diga de manera frontal— la necesidad de examinar con lupa quién está verdaderamente protegido. Porque la historia de la vacunación contra sarampión en México es variable y uno de los determinantes deriva del año en qué naciste. Hay generaciones que crecieron bajo un esquema de vacunación de dos dosis, otras solo recibieron una y también existen los casos donde, por falta de acceso, ocasión o información, nunca recibieron siquiera una vacuna. También están aquellas personas, quienes antes de la vacunación ya se había contagiado y sobrevivieron a la infección.

Recordar nuestra historia nos obliga a reflexionar, planteándonos preguntas estratégicas como: ¿Habría que vacunar solo a ciertos grupos etarios?, ¿deben vacunar hasta que se acaben las vacunas disponibles? y a mi parecer, la pregunta más importante, ¿quiénes tienen realmente defensas contra el sarampión?

De estas preguntas deriva otro cuestionamiento más profundo: ¿Todo se define desde la estadística epidemiológica o requiere también del conocimiento de la inmunología? Es, al final, el mismo principio que sostiene a toda política pública efectiva el que construye mejores estrategias: Actuar no desde la intuición, sino desde la evidencia científica.

Cuando se trata de un virus tan contagioso como el sarampión, la protección no puede iniciar en un consultorio. Si a mí me lo preguntaran, la inmunidad inicia en la conversación social, como un fenómeno colectivo que se enciende cuando comprendemos la importancia de vacunarse y que la prevención requiere de revisión constante, no solo el sentido de la labor cumplida con haber retomado el acceso a los esquemas por puntos geográficos.

Hoy, más que alarmarnos, toca reconstruir la confianza, actualizar el conocimiento científico y recordar que la investigación siempre ofrece un mapa, incluso cuando el territorio pareciera conocido no olvidemos que el mundo cambia constantemente. Entre líneas, la pregunta permanece: ¿A quiénes se debe proteger primero y por qué?

*Las opiniones y contenidos en este texto son responsabilidad total del autor y no de este medio de comunicación.
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