El pasado domingo se llevó a cabo el balotaje o segunda vuelta en las elecciones presidenciales en Chile, enfrentándose por parte de la alianza oficialista Jeannette Jara y el opositor José Antonio Kast, con un resultado que dio amplia ventaja al conservador Kast por más de 15 puntos, lo que confirma la permanente alternancia (en las últimas 6 elecciones presidenciales el péndulo de la democracia chilena ha transitado alternadamente entre expresiones de izquierda y derecha) que se mantiene en Chile después de la dictadura pinochetista.
Las plataformas de redes sociales estallaron después de darse a conocer los primeros sondeos que se confirmaron en pocas horas y, como sucede en estos tiempos, se dividió en dos bandos: Quienes incluido el que esto escribe, destacamos la normalidad democrática que vive la república chilena, y las personas que se desgarran las vestiduras gritando que le entregaron la presidencia a un fascista, pinochetista producto de la extrema derecha, muchos opinólogos mexicanos y hasta el presidente Gustavo Petro, de Colombia, hicieron largas reflexiones sobre el “peligro” de Kast en la presidencia; estridentes y con tintes teatrales pintan al recién electo primer mandatario con el propio Pinochet, una barbaridad completa.
Soy de quienes piensan que a este planeta le faltan mas dirigentes nacionales como Gabriel Boric, un digno representante de la izquierda progresista latinoamericana con orígenes en movimientos estudiantiles, que logró dar una bocanada de oxígeno con su actuar como gobernante, que igual planta cara al gobierno israelí por el exterminio que ejerce en contra de la población palestina, y crítica severamente la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Siempre pertinente en su postura internacional y que no consiguió consolidar su gobierno al no lograr la mayoría necesaria para tener una nueva Constitución, aunado a problemas serios en cuanto a seguridad pública o el manejo de inmigrantes en su país.
Boric, sin duda, hizo a pesar de la derrota de su expresión política un gran gobierno, no exento de problemas y cuestiones sin resolver, pero Chile sigue siendo hoy un referente de Latinoamérica y un ejemplo de política exterior en el mundo. Pero su virtud más importante es sin duda, ser un demócrata pleno; entiende claramente que la democracia electoral eficiente es el mejor camino para lograr el progreso de una nación. Chile y la ciudadanía chilena nos dan muestra de ello a pesar de las extremas polarizaciones políticas, frente a los que asumen que su posición ideológica es la única válida. Petro y sus afines en México dan muestra de ello, por eso es básico recordar: Las democracias necesitan demócratas. Ojalá no lo olvidemos por estos lares.