Sin duda, al presidente Trump le agrada ser estridente. Marca una renovada tendencia al involucrarse en buena parte de los conflictos del planeta cuando sus antecesores demócratas fueron más conservadores en este rubro. Desde la Guerra del Golfo la aún nación más poderosa del mundo, hablando en términos armamentísticos, interviene abiertamente en el conflicto palestino-israelí, en el Rusia-Ucrania, amaga a la Unión Europea, abre frentes económicos con China, con Canadá y con México; acosa a Maduro en Venezuela (aclarando que Maduro no debería estar en la presidencia, aunque eso no justifica una intervención armada), e igualmente apoya de forma abierta a uno de los candidatos a la presidencia de la reciente elección hondureña que aún no determina quién ganó dicho proceso y en la última de estas intervenciones, nombra al gobernador de Louisiana, Jeff Landry, como emisario especial de Estados Unidos para Groenlandia con la intención de convertir Groenlandia en parte de su país.
Este nombramiento ha causado una virulenta y esperada respuesta de Dinamarca al vulnerarse con este hecho su soberanía. El ministro de Relaciones Exteriores, Loke Rasmunssen, declaró que “mientras tengamos un reino en Dinamarca que comprenda Dinamarca, las Islas Feroe y Groenlandia, no podemos aceptar que haya quienes socaven nuestra soberanía”.
Así pues, la política exterior del vecino del Norte llega a las fechas navideñas con un sinnúmero de frentes abiertos y tensionando las relaciones de su nación con buena parte del planeta. Sin duda, la política del amago le ha dejado buenos resultados, sin desdeñar que se ha tenido que moderar en algunos otros como es el caso de los aranceles, en donde suelta y aprieta según sea la negociación con China, Canadá y México, particularmente. Pero el saldo le es positivo y le permite ser el principal actor en la geopolítica planetaria, impulsando a los extremos ideológicos dentro y fuera de Estados Unidos, generando en el imaginario colectivo la idea de una Guerra Fría 2.0.
Sin duda es de preocupar el delicado asunto de la paz mundial, pero por lo pronto al presidente estadounidense le funciona su estrategia bélica, aunque parece que al interior no se ven reflejados estos resultados en una mejora para la economía para la mayoría de la sus gobernados; esperemos algo de sensatez en quienes dirigen los destinos del planeta para no llegar una vez más (al menos llevamos dos en los últimos siglos) a la barbarie planetaria.